Viñetas para la historia (XLII). Conan the barbarian. La muerte de Bêlit

Durante el mes de julio del año 1979 se ponía a la venta en Estados Unidos el número 100 de Conan the Barbarian. Un número doble donde ya en portada se aventuraban las desgracias que servirían para cerrar una de las mejores etapas del personaje creado por Robert E. Howard allá por los años treinta. Bajo el título Death on the black coast!, el guionista Roy Thomas y el equipo de dibujantes formado por John Buscema y Ernie Chan presentan la que sería la última aventura de Bêlit, hija del rey de la ciudad-estado shemita de Asgalun, capitana del Tigresa, reina de la Costa Negra y pareja de Conan durante más de cuarenta números de la colección dedicada al cimmerio.

Weird Tales mayo de 1934

El personaje de Bêlit tiene su origen en la novena novela de Robert E. Howard, Queen of the Black Coast, publicada en la revista Weird Tales en mayo del año 1934, de donde se toman los datos necesarios para presentarla en el número 58 de la colección del bárbaro, en enero de 1976. Fieles al relato de su autor original, Thomas y Buscema escenifican sobre el papel a una implacable pirata que comanda un barco de feroces hombres negros. Durante el transcurso de su primer encuentro, Bêlit y sus secuaces abordan la galera donde Conan iba huyendo de la justicia de Argos y masacran sin miramiento a toda su tripulación a excepción del cimmerio, del cual la capitana queda prendada hasta tal punto que le reclama como su rey, iniciando allí mismo, mientras el último vestigio de la nave masacrada se hunde para siempre en el mar, un ritual de apareamiento más cuidadoso con la censura de lo que en el relato original se da a entender y el cual abrirá la puerta a una de las relaciones más apasionadas de la Era Hiboria.

Conan the Barbarian nº 100

Echando mano de la inventiva y teniendo libertad para contar lo que sucede entre los capítulos uno y dos del manuscrito de Howard, durante tres años y medio la colección Conan the Barbarian presenta al lector la que a la postre se ha mostrado como el periodo más popular del Conan de los años setenta. A lo largo de ocho centenares de páginas, los míticos autores que llevaron al mundo del cómic las aventuras del bárbaro presentan unas historias que quedarán para siempre grabadas en la retina de todo aquel que tuvo la suerte de contemplarlas mes a mes. Decenas de recopilaciones de aquel mítico período dan buena fe de lo que significaron aquellos relatos gráficos que hoy día siguen sorprendiendo como la magnífica obra de arte que son.

La etapa concluye en el ya citado número 100 de la colección, que reproducirá con bastante fidelidad la continuación del texto de 1934. Los personajes son presentados en la cubierta del Tigresa mientras contemplan la desembocadura del río Zarkheba en las costas del sur, con la mente puesta en una ciudad perdida y repleta de riquezas que se encuentra en alguna de sus orillas. Entre sus ruinas fantasmales, bajo las lápidas de altares consagrados a dioses atroces de otras eras, encuentran una fortuna en brillantes piedras preciosas, pero también descubrirán el horror de los seres que habitan entre sus escombros y que acabarán con la vida de toda la tripulación, Bêlit incluida, mientras Conan yace drogado en la selva a consecuencia del contacto con la savia del loto negro.

La visión de su amante colgada del palo mayor de la galera con un collar de rubíes no da ni dos viñetas de tregua a un bárbaro cimmerio que tendrá que hacer frente a una veintena de terribles hienas, surgidas de una alquimia infernal, que dan cobertura a un deforme y gigantesco humanoide alado, vestigio de un pasado que ya nadie recuerda. La vida de Conan es guarecida en el último instante por la misma Bêlit, que regresa de entre las sombras de la muerte para recuperar la existencia del que fue su gran amor, tal y como le había prometido: «Si yo muero y tú tuvieras que luchar por tu vida, yo volvería del abismo para ayudarte…». En la penúltima página, una viñeta completa que ha pasado a la historia de los cómics nos muestra la aflicción de un Conan que ve como el que ha sido el gran amor de su vida emprende su último viaje por el mar al que siempre perteneció.

El lector se separa así de un personaje que había poblado las páginas de la colección durante más de tres años y a la que ya consideraba parte de su mundo. Atónito, contempla al sanguinario cimmerio inmóvil en la arena de la playa, apoyado en su espada mientras el agua moja sus botas y su mirada se pierde en ese horizonte por el que la reina de la Costa Negra, envuelta en llamas, se desvanece para siempre.