La madurez de una obra maestra (II). Flash Gordon. Forest Kingdom of Mongo

A mediados de los años treinta la hegemonía del King Features Syndicate se estaba viendo amenazada ya de forma importante por un puñado de series que la competencia había conseguido poner en los primeros puestos de popularidad. Buck Rogers, Dick Tracy y Tarzán presentaban al lector una sucesión de personajes que se adentraban en un terreno muy alejado de los argumentos ampliamente humorísticos que predominaban en la gran mayoría de tiras de prensa de la época y para contrarrestar un efecto que podía dejar a la empresa fuera de este mercado, el KFS lanza varias propuestas de temática similar a las mencionadas, siendo el encargado de producir las tres que obtendrían un mayor éxito un joven Alex Raymond que en el breve intervalo de dos semanas pone en los periódicos al agente secreto X-9 y al duplo dominical formado por el “topper” Jungle Jim y la serie fantástico-futurista Flash Gordon. Con esta última Raymond comienza una carrera meteórica que le llevará a ser una de las figuras más importantes del cómic en toda su historia y a posteriori influencia directa de cientos de dibujantes que le sucedieron por todo el mundo. Como suele suceder en la mayoría de ocasiones en las que un gran artista se hace a medida que su obra avanza, Flash Gordon alcanzará su momento culminante cuando el autor considera que ya está preparado para llevar a cabo sus ideas sin la posible limitación que pudiera suponer la falta de experiencia en el medio, si bien es cierto que en este caso el trabajo del artista alcanza cotas de calidad asombrosas en un espacio de tiempo extremadamente reducido.
El indeciso comienzo de Alex Raymond al frente de la serie, que nace con un estilo muy influido por el Tarzán de Foster y un desarrollo casi calcado de Buck Rogers, pasa en apenas seis meses de la utilización de una apretujada composición de página consistente en cuatro tiras de viñetas casi del mismo tamaño a una estructura donde prima el uso de dibujos más grandes al servicio del desarrollo principal de la historia. La saga Tournaments of Mongo (noviembre de 1934 a febrero de 1935) significa el abandono definitivo de los primeros conceptos de la serie y sumerge a los protagonistas en una trama de aventuras y fantasía que alcanzaría su momento culminante casi dos años después, ya definitivamente liberado el autor del trabajo en Secret Agent X-9, en la historia titulada Forest Kingdom of Mongo (octubre de 1936 a enero de 1937), donde se firman algunas de las páginas más bellas e importantes de los anales de la historieta.
La historia ya nos había contado como Flash Gordon, junto a Dale Arden y el doctor Zarkov, había conseguido hacerse con el trono del reino de Kira, aunque el malvado emperador Ming de Mongo no desea reconocer ese cargo y precipita la guerra entre los dos países. Tras una escaramuza que lleva a los tres amigos a tener que escapar de las garras de Ming y posteriormente de las de Undina, reina del mundo acuático, se verán sitiados en el reino de los bosques. Rodeados por el fuego y los animales venenosos, Flash y Dale tienen que abandonar a Zarkov y quedan en solitario a merced de los peligros de la salvaje jungla. En estas últimas planchas de la historia se presenta el trazo de un Raymond que ya domina su dibujo a la perfección y que deja para la posteridad algunas de las escenas mejor ejecutadas de la saga. Dichas páginas también sirven para que los dos protagonistas hagan una demostración del cariño que sienten el uno por el otro, no dudando ni un instante en poner en juego su vida por salvar la de la amada pareja.
Es por tanto a partir de la historia de los bosques de Mongo que Alex Raymond queda en poder de una serie que ha alcanzado la excelencia en el dibujo, con un dominio magnífico de la anatomía humana, y a la vez ha afianzado el modo de ser de cada uno de los personajes principales con unos guiones que mueven a dichos protagonistas por el terreno de lo legendario. Las siguientes historias presentarán toda una sucesión de localizaciones que no hacen sino elevar aún más si cabe la madurez y el esplendor del trabajo de un Raymond que sabedor de la creciente importancia de sus dibujos supedita sin tapujo alguno los guiones a su labor como ilustrador, llegando incluso a prescindir de los globos de diálogo para evitar que estos no estorbaran la composición global de la página. Se añadía así otra etapa más a las muchas que pueden descubrirse en esta obra, compendio auténtico de los avances de un dibujante magistral.
En el Flash Gordon de Alex Raymond nos encontramos con una obra maestra del séptimo arte que nos presenta todo un muestrario de buenos modos de hacer historieta. Nos expone la evolución gráfica de un artista que aún hoy no tiene parangón y que mostró al mundo una innovación como nunca antes se había plasmado en las páginas de un tebeo. Su experimentación en las historias que semanalmente se ofrecían al público a través de la figura de Flash y los mundos de Mongo asentaron una forma de hacer cómics que sería utilizada de forma masiva en los años que siguieron a sus innovaciones y conectaron con el público de una manera hasta entonces impensable que se extendería durante décadas en el tiempo.