Viñetas para la historia (XL). Spirou et Fantasio. El nacimiento del marsupilami

Durante los años 50 la “Escuela Marcinelle” traza la referencia de estilo a seguir por la revista Spirou. Una de sus figuras más importantes, André Franquin, despunta ya sobre otros dibujantes gracias a su trabajo en la serie Spirou et Fantasio, desde cuyas páginas abandonará gradualmente la influencia de su maestro Jijé y desarrollará el inicio de una de las carreras más importantes que se han visto jamás en el cómic. Un estilo de dibujo espectacular junto a un diseño de escenarios y personajes realmente original hacen del trabajo del autor uno de los pilares fundamentales sobre el que se asentará el camino a seguir por varias generaciones de dibujantes.

Portada del álbum Les héritiers, de 1952

Es precisamente en estos años cuando verá por vez primera la luz uno de los diseños de Franquin que más éxito internacional han tenido, por encima incluso de su Gaston Lagaffe, gracias a la explotación que en los 90 sufrió desde los estudios de la Disney y que terminaron por generar varias series de televisión si no de éxito apabullante, si de esa necesaria difusión que termina por hacer que una creación del tipo que sea se convierta en una figura reconocible a nivel mundial. La figura del marsupilami nace en las páginas del semanario Spirou el siete de febrero del año 1952, mientras transcurría la última parte de la aventura titulada Les héritiers, que había venido publicándose desde el verano de 1951 en las páginas de la citada revista. Bajo el desarrollo de un rocambolesco argumento en el que Fantasio y su primo Zantafio tendrán que superar una serie de pruebas singulares con el objeto de que uno de ellos se convierta en heredero universal de su recién fallecido tío, Franquín se encuentra en la tesitura de crear algo excepcional para la última parte de la historia y para ello recurre a la presentación de un animal legendario que habrá de ser capturado por los aspirantes a beneficiarse del patrimonio familiar.

El origen del animal se encuentra en una curiosa anécdota que Franquín relata así en las páginas de Et Franquin créa la gaffe:

“Los primeros orígenes del marsupilami se remontan hasta una vieja broma que solíamos hacer los del “Estudio Waterloo”. Cuando vivíamos en casa de Gillain, Will, Morris y yo a veces tomábamos el tranvía para ir hasta Bruselas a dibujar desnudos. Como era un trayecto largo, inventábamos las historias más locas y más tontas posibles. Resulta que el cobrador del tranvía era un hombre hiperactivo: tenía que darnos los billetes, abrir y cerrar las puertas, dar la señal de salida y de llegada… Un día decidimos que le hacía falta un órgano adicional para llevar a cabo todas sus funciones: nos imaginamos una especie de cola de rata que le salía por detrás de la chaqueta y con la que podía hacer un montón de cosas ¡Este chiste nos hizo pasar momentos muy divertidos entre Waterloo y Bruselas y el cobrador nunca supo que tuvo el honor de presenciar el nacimiento de un embrión del marsupilami!”

Eugene the Jeep, de E.C. Segar

Para nombrar e incluso bosquejar al animal, Franquin decide homenajear a una de sus tempranas influencias y toma prestada parte de la morfología y del nombre de Eugene the Jeep, el curioso animal con habilidades mágicas que aparecía en la tira creada por E.C. Segar, Thimble Theatre. Así, tenemos que “marsu” proviene de la palabra “marsupial”, un mamífero difundido por parte del continente americano y Australia; seguido de “pil”, abreviatura de “Pilou-Pilou”, la traducción al francés de Eugene the Jeep; y finalmente “ami”, palabra francesa para designar “amigo” y que evidencia alguna característica del animal.

En contraposición a la otra mascota de grupo, la ardilla Spip, que presenta propiedades antropomórficas en cuanto que es capaz de dirigirse a los lectores o de interactuar de forma inteligente con otros personajes, el marsupilami se comporta plenamente como un animal y su interacción en la historia no suele ser voluntaria, sino que es fruto de actos singulares o de simple coincidencia. Se hace aquí evidente la genialidad que imprime Franquin a todas sus creaciones. La introducción de un animal que sencillamente se comporta como tal, pero que es capaz de arrancar sonrisas con cada uno de sus movimientos y que además se inserta en la historia e interactúa sin perder su condición de fiera salvaje, no está al alcance de cualquiera. Hay que tener muy buen oficio y esa chispa de genialidad que sólo poseen los autores más grandes del género para adaptar situaciones de este tipo y hacerlas perdurar en el tiempo.

Ya desde su primera aparición, el marsupilami recibirá una gran acogida por parte de los lectores y quedará integrado plenamente en el grupo formado por Spirou, Fantasio y la ardilla Spip. Cuatro años después, con un Franquin desatado artísticamente, el origen del mamífero quedará perfectamente relatado en el albúm Le Nid des Marsupilamis. Allí quedará asentado definitivamente el carácter y el aspecto gráfico de un personaje que ya no desaparecería de la mente de miles de lectores de todo el mundo y que posteriormente serviría de apoyo a su propio creador para la creación de protagonistas de origen animal más personales y menos sujetos a la imposición de una serie que debía permanecer sobre una línea editorial concreta. Queda por tanto a la libre interpretación del lector qué hubiera sido de este curioso animalito si su nacimiento se hubiera producido en las páginas de Gaston Lagaffe, o qué hubiera sido de la propia Spirou et Fantasio si a Franquin se le hubiera dejado la misma libertad creativa que obtuvieron con posterioridad otros autores.