Kin-der-Kids


Aunque no hay datos fiables que corroben que el extremo fue exactamente así, cuenta la historia que, debido al éxito inapelable de The Katzenjammer Kids, el editor del Chicago Tribune, James Keeley, buscaba a un dibujante capaz de crear algo que igualara en éxito a la obra que por aquel entonces Rudolph Dirks publicaba en los diarios de Hearst, competencia directa de la organización a la que pertenecía el Tribune. Cuenta también la historia que Keeley en realidad lo que buscaba era algo similar al Little Nemo in Slumberland de McCay, autor que había elevado las tiras de cómic a una categoría artística impensable hasta el momento. Sea como fuere, Keeley pone su atención en Lyonel Feininger, un autor neoyorquino de ascendencia alemana que ya había publicado algún trabajo relacionado con el dibujo de caricaturas en revistas europeas, y firma con él un contrato para que, en las páginas del dominical, se publique uno de los trabajos más tempranos del cómic universal, The Kin-der-Kids.

El 29 de abril de 1906 un dibujo de Feininger haciendo de titiritero y moviendo los hilos de una decena de sus nuevos personajes, debidamente etiquetado y listo para partir cada uno de ellos, anuncia la pronta aparición de la obra en el citado The Chicago Sunday Tribune. El propio Feininger, a modo de maleta, de paquete postal, se etiqueta a sí mismo como “el tío Feininger”, simbolizando así el viaje que está a punto de emprender junto a sus creaciones. Como si de una presentación de espectáculo público se tratara, en esta misma página de avance podrá leerse “Feininger, el famoso artista alemán mostrando a los personajes creados por él”. En las páginas interiores del dominical se hace una presentación a dos páginas de los protagonistas y de lo revolucionaria que será la obra, adivinándose claramente que la apuesta del editor Keeley por la obra de Feininger es fuerte.

La primera plancha de The Kin-der-Kids aparece publicada una semana después, el seis de mayo de 1906.

Sin quedar suficientemente clara para el lector la motivación de los protagonistas, el argumento de la historia presenta a los tres hermanos Kin-der, Strenuous Teddy, Daniel Webster y Pie-Mouth, iniciando un viaje de exploración hasta los confines más recónditos del mundo, utilizando como medio de transporte una antigua bañera familiar. Acompañan en un principio a los “Kids” en este viaje el perro de Daniel, Sherlock Bones, un pequeño Dachshund azul de ojitos tristes y un curioso niño mecánico llamado Little Japansky -en alusión a su origen- que hace las veces de motor de la curiosa embarcación. A estos protagonistas se irán sumando otros personajes a medida que las historias vayan avanzando por las páginas del dominical. Así conoceremos a la tía Jim-Jam, matrona incansable que perseguirá a los niños por doquiera vayan con la intención de administrarles su dosis de aceite de ricino, siempre acompañada por el estrambótico primo Gussie y su gato amarillo. A ellos se les sumará un pequeño hombre de tez azafranada con una única mecha de pelo en la cabeza llamado Buggins. Rondará igualmente las viñetas con su aparición el extraño Mysterious Pete, un extraño personaje de origen desconocido que envuelve su cuerpo en una capa grisacea, cubre sus piernas con un pantalón indio y lleva en la cabeza un curioso sombrero rematado con una pluma que apenas deja entrever sus ojos. Mysterious Pete se traslada descalzo sobre una nube, se hace acompañar por su fiel perro y tiene un revólver de seis tiros que dispara balas de agua.

A lo largo de tan extravagante viaje se irán sucediendo situaciones extraordinarias y enloquecidas que mostrarán a los personajes viviendo realidades sin fundamento alguno. A Feininger parece no interesarle lo más mínimo hacer avanzar la historia por los cauces narrativos habituales. Incluso pudiera decirse que apenas hay cauce narrativo si no fuera porque los mundos que va creando el autor a medida que se van publicando las páginas son en si mismos una trama. El formato de página completa a color que le ofrece la publicación semanal se adapta como un guante al creador, que imagina y experimenta paisajes nunca antes probados en un cómic y, en efecto, tal y como dicen que quería el editor del Chigago Tribune, elevan a esta obra a Arte con mayúsculas y van un paso más allá de la obra de McCay, a la que, por otro lado, se le debe mucho. Si ya de por si las convenciones de la historieta a principios de siglo estaban en plena evolución, en The Kin-der-Kids todos los elementos se unifican para dar forma al conjunto. Cada página, cada puñado de viñetas, forman un todo y muestran al lector la que es una de las obras más originales de la historia del cómic.

El 18 de noviembre de 1906 la tira termina de manera abrupta, casi como comenzó. Los Kids huyen por las estepas rusas y la tía Jim-Jam está a punto de alcanzarles. Sin ninguna explicación, se publica una página final esperpéntica donde Pie-Mouth es sometido a una sesión muy peculiar de adelgazamiento a consecuencia de un flemón, y la historia se termina.

Algunos de los bocetos utilizados en un primer diseño de los personajes

Ya sea por desavenencias editoriales, por una carga de trabajo demasiado elevada o porque, sencillamente, Feininger ya no deseaba vivir más en Estados Unidos, la finalización de su trabajo en el Chigago Tribune terminó también con los escarceos del creador en el mundo del cómic. Si bien en Estados Unidos se había comenzado a vivir una época dorada de la historieta de la mano de las grandes páginas de las ediciones dominicales, en Europa las cosas eran diferentes y un trabajo similar a The Kin-der-Kids o la coetánea Wee Willie Winkie’s World no tenían mucha cabida en los medios europeos. Una producción tan pequeña y a la vez tan original deja al lector con un sabor extraño. Por una parte, hubiera sido deseable vivir el desarrollo artístico en el mundo del cómic de un autor de estas características, que a buen seguro hubiera supuesto un hito en la historia del medio. Por otro lado, qué hubiera sido de la obra posterior de Feininger si este hubiera dedicado buena parte de su tiempo a crear historietas. Preguntas sin respuesta que no podemos evitar hacernos estando frente a la obra de un autor descomunal que rompió convenciones y trajo frescura y mucha originalidad a todos los campos en los que tuvo la ocasión de acercarse con sus creaciones.


The Chicago Sunday Tribune, 3 de junio de 1906

The Chicago Sunday Tribune, 8 de julio de 1906

The Chicago Sunday Tribune, 30 de septiembre de 1906

The Chicago Sunday Tribune, 4 de noviembre de 1906

The Chicago Sunday Tribune, 18 de noviembre de 1906 (última plancha)



Guión: Lyonel Feininger
Dibujo:Lyonel Feininger
Color:Lyonel Feininger
Editorial:The Chicago Sunday Tribune
País: USA Páginas: 27 Años: 1.906 (?)