04 Nov 2010 Sin comentarios
Viñetas para la historia (II). Mort Cinder. La batalla de las Termópilas
En el año 480 a. C., durante la invasión persa de la segunda Guerra Médica, se desarrolló la famosa Batalla de las Termópilas. En un desfiladero del mismo nombre, un ejército griego comandado por el rey espartano Leónidas y superado cincuenta veces en número por las hordas persas bloqueó el único paso posible hacia Grecia durante tres días. Traicionados y sabiéndose vencidos, un último grupo que apenas superaba las dos mil unidades –sólo 300 de ellas espartanas– cubrió la retirada del resto del ejército griego con su vida.
Y es en ese escenario donde Oesterheld y Breccia nos presentan la última historia publicada de Mort Cinder. El protagonista se muestra bajo la piel de un hoplita llamado Dieneces que asiste a la masacre de todos sus compañeros a manos de unos persas diezmados en número y orgullo por las armas de los valientes espartanos. La guerra triunfará una vez más sobre la humanidad y sembrará de cadáveres y sangre los campos, importando poco qué se defiende o de que bando son los muertos.
El paso de las viñetas nos presenta el trazo altamente expresivo de un Breccia que colma de realismo todas las escenas sin excepción. Cada cuadro habla por si mismo, casi sin necesidad de diálogos, presenta los dibujos de la batalla con toda su crudeza, salpicados de cuerpos que muchas veces son meros jirones cubiertos de sangre confundida con los harapos de sus ropas. No hay lugar para el descanso aunque sí para los sentimientos de Dieneces, que muestra su preocupación por sus amigos y salva la vida de su esclavo, quedando alejado por momentos de la regia mentalidad espartana y poniendo quizás la única nota disonante entre toda esa locura que se muestra en boca de los protagonistas como algo natural.
Al final, salvado del descanso eterno por deseo del mismo rey Jerjes, el hombre de las mil muertes sobrevive al día terrible en que sus camaradas regaron de sangre las Termópilas y en su escena final, camino ya de Tracia, se duele por las muertes de éstos, pero no se queja, pues es hombre de Esparta.
Muchos años antes del 300 de Frank Miller, dos creadores argentinos remataron con La batalla de las Termópilas una obra que quedará grabada para siempre en los libros de historia del cómic mundial como uno de sus momentos más sublimes.
Y es en ese escenario donde Oesterheld y Breccia nos presentan la última historia publicada de Mort Cinder. El protagonista se muestra bajo la piel de un hoplita llamado Dieneces que asiste a la masacre de todos sus compañeros a manos de unos persas diezmados en número y orgullo por las armas de los valientes espartanos. La guerra triunfará una vez más sobre la humanidad y sembrará de cadáveres y sangre los campos, importando poco qué se defiende o de que bando son los muertos.
El paso de las viñetas nos presenta el trazo altamente expresivo de un Breccia que colma de realismo todas las escenas sin excepción. Cada cuadro habla por si mismo, casi sin necesidad de diálogos, presenta los dibujos de la batalla con toda su crudeza, salpicados de cuerpos que muchas veces son meros jirones cubiertos de sangre confundida con los harapos de sus ropas. No hay lugar para el descanso aunque sí para los sentimientos de Dieneces, que muestra su preocupación por sus amigos y salva la vida de su esclavo, quedando alejado por momentos de la regia mentalidad espartana y poniendo quizás la única nota disonante entre toda esa locura que se muestra en boca de los protagonistas como algo natural.
Al final, salvado del descanso eterno por deseo del mismo rey Jerjes, el hombre de las mil muertes sobrevive al día terrible en que sus camaradas regaron de sangre las Termópilas y en su escena final, camino ya de Tracia, se duele por las muertes de éstos, pero no se queja, pues es hombre de Esparta.
Muchos años antes del 300 de Frank Miller, dos creadores argentinos remataron con La batalla de las Termópilas una obra que quedará grabada para siempre en los libros de historia del cómic mundial como uno de sus momentos más sublimes.