29 Mar 2011 2 comentarios
Viñetas para la historia (XXI). Daredevil. La muerte de Elektra
Fue en los años ochenta cuando los cómics norteamericanos perdieron parte de su inocencia e iniciaron una senda que aproximó a algunos de sus personajes a la realidad del triste mundo real. Buena muestra de ello es la etapa que escribió Frank Miller al frente de la colección Daredevil y en concreto uno de sus puntos culminantes, desarrollado durante el mes de abril del año 1982. La colección alcanzaba en aquellas fechas su número 181 y entre sus páginas se desarrollaba un enfrentamiento entre dos de los protagonistas principales que terminó acabando irremediablemente con la muerte de uno de ellos y a la postre convirtiendo las páginas donde acaecía este hecho en un punto de inflexión inolvidable en los anales de la historieta.
Desde su presentación en el año 1981 Frank Miller liga profundamente al personaje de Elektra al de Daredevil, ofreciendo al lector una trágica primera historia de amor universitario y muerte que cambia la vida de la mujer para siempre y que la arrastra hasta el seno de una peligrosa organización de expertos en el dominio de las artes marciales y el asesinato. Con el paso de los años, Elektra termina ejerciendo el trabajo de asesina al margen de dicha organización y finalmente es contratada por Kingpin para sustituir a Bullseye, su antiguo lacayo, y terminar con la vida del mejor amigo de Matt Murdock, Foggy Nelson. Tras perdonar la vida de Nelson se produce el inevitable encuentro con un Bullseye que ha escapado de la cárcel y que persigue volver a convertirse en la mano ejecutora del mafioso.
Frank Miller aboceta y diseña seis páginas espectaculares rematadas por las tintas y el color de Klaus Janson. Las planchas muestran sin tapujo alguno el mortal y encarnizado enfrentamiento entre dos personajes que durante un año habían ido haciéndose con el papel de actores principales. La lucha finaliza con Bullseye apuñalando brutalmente el cuerpo moribundo y roto de Elektra en una viñeta que será recordada siempre por todo aquel que en su día tuvo la oportunidad de contemplarla. Seguida de cerca por Bullseye, que quiere corroborar que su trabajo llega a buen término, la asesina se arrastra, dejando tras de sí un reguero de sangre, hasta la casa de Matt Murdock y desprende allí su último aliento, entre los brazos del hombre que quiso y quiere.
Con la saga de Elektra, Frank Miller labró meticulosamente su entrada en el unirverso de los cómics desarrollando una de las etapas más memorables no sólo del personaje que tuvo a su cargo sino del cómic estadounidense en general. Si en los años setenta el personaje de Gwen Stacy demostró a los lectores de cómics que en el interior de su páginas la gente también podía morir, en los ochenta el desarrollo de Elektra mostró al mundo una multitud de facetas hasta entonces poco explotadas que Miller desarrolló con una maestría impresionante. Dibujó una personalidad ambigua que se hizo desde el primer instante con el interés de los lectores y terminó con ella de un plumazo en unas páginas que dejaron marcadas para siempre las retinas de todos cuantos leyeron aquella sensacional historia de amor, odio, venganza y muerte.
Desde su presentación en el año 1981 Frank Miller liga profundamente al personaje de Elektra al de Daredevil, ofreciendo al lector una trágica primera historia de amor universitario y muerte que cambia la vida de la mujer para siempre y que la arrastra hasta el seno de una peligrosa organización de expertos en el dominio de las artes marciales y el asesinato. Con el paso de los años, Elektra termina ejerciendo el trabajo de asesina al margen de dicha organización y finalmente es contratada por Kingpin para sustituir a Bullseye, su antiguo lacayo, y terminar con la vida del mejor amigo de Matt Murdock, Foggy Nelson. Tras perdonar la vida de Nelson se produce el inevitable encuentro con un Bullseye que ha escapado de la cárcel y que persigue volver a convertirse en la mano ejecutora del mafioso.
Frank Miller aboceta y diseña seis páginas espectaculares rematadas por las tintas y el color de Klaus Janson. Las planchas muestran sin tapujo alguno el mortal y encarnizado enfrentamiento entre dos personajes que durante un año habían ido haciéndose con el papel de actores principales. La lucha finaliza con Bullseye apuñalando brutalmente el cuerpo moribundo y roto de Elektra en una viñeta que será recordada siempre por todo aquel que en su día tuvo la oportunidad de contemplarla. Seguida de cerca por Bullseye, que quiere corroborar que su trabajo llega a buen término, la asesina se arrastra, dejando tras de sí un reguero de sangre, hasta la casa de Matt Murdock y desprende allí su último aliento, entre los brazos del hombre que quiso y quiere.
Con la saga de Elektra, Frank Miller labró meticulosamente su entrada en el unirverso de los cómics desarrollando una de las etapas más memorables no sólo del personaje que tuvo a su cargo sino del cómic estadounidense en general. Si en los años setenta el personaje de Gwen Stacy demostró a los lectores de cómics que en el interior de su páginas la gente también podía morir, en los ochenta el desarrollo de Elektra mostró al mundo una multitud de facetas hasta entonces poco explotadas que Miller desarrolló con una maestría impresionante. Dibujó una personalidad ambigua que se hizo desde el primer instante con el interés de los lectores y terminó con ella de un plumazo en unas páginas que dejaron marcadas para siempre las retinas de todos cuantos leyeron aquella sensacional historia de amor, odio, venganza y muerte.
Mark de Zabaleta
Mar 29, 2011 @ 12:13:21
Impresionante.
http://www.markdezabaleta.org
Jesús Duce
Abr 01, 2011 @ 04:44:23
La muerte de Elektra reconfirmó la presencia de un autor con poderes mágicos, capaz de revolucionar y aquilatar el mundo de los superhéroes.
MhBeyle
Abr 01, 2011 @ 09:31:54
Jesús. En efecto, poco más que añadir salvo escribir lo mismo con otras palabras: la muerte de Elektra fue el paso definitivo en la carrera de Miller y la semilla de lo que luego sería la renovación a fondo de la propia industria del cómic.
Saludos.