Viñetas para la historia (XXXIX). Dragon Ball. ¡Las bolas no están!

Antes de que la serie derivara por derroteros mucho más serios y carentes casi por completo de comicidad alguna, donde una sucesión de batallas interminables casi sin sentido la convirtieron en un producto rabiosamente tedioso, Dragon Ball consiguió ganarse la atención de miles de lectores de todo el mundo gracias a la frescura con la que su personaje principal, Son Gokū, afrontaba la gran mayoría de situaciones cotidianas a las que se enfrentaba. Absolutamente desprovisto de malicia y pudor, el pequeño niño con cola de mono ha vivido apartado de la sociedad, con la única compañía de su abuelo y maestro, y no tiene reparo alguno en pasearse desnudo, mostrar su perplejidad ante la visión de otras personas o caer en el engaño fácil de otros personajes con más picardía que él.

Una de esas escenas que colocaron a esta serie en la senda de la popularidad y que hacen recordarla con un cariño muy especial, es la que acontece en el capítulo 2 del primer volúmen, en su día publicado en el número 52 de la famosa revista japonesa de la editorial Shūeisha, Weekly Shōnen Jump, el 10 de Diciembre de 1984. Gokū y Bulma han iniciado la búsqueda de las siete Bolas de Dragón y, tras una graciosa pelea con un pterosaurio que pretendía comerse a la chica y un curioso viaje en una de las motos encapsuladas de la empresa del padre de Bulma, ambos deciden hacer una parada nocturna para descansar. Gokū descubre entonces las maravillas del mundo moderno y, ante la perpejlidad de su nueva compañera de viaje, observa por vez primera el funcionamiento de avances tan cotidianos como la televisión o la luz eléctrica e incluso descubre por vez primera, de una forma ciertamente rocambolesca que da lugar a situaciones disparatadas y conforma diálogos ciertamente originales, las formas del cuerpo femenino.

Es en una de esas tesituras, acaecida al amanecer, cuando la muchacha aún duerme a pierna suelta sobre su cama, que Gokū se enfrentará de forma dramática a la visión de la parte más íntima de una mujer y al chiste sincero que da título a este artículo y que inmediatamente surge cuando un muchacho que jamás ha visto a una chica compara esa zona con la recordada “almohada de bolas del abuelo”. Una decena de viñetas incomprensiblemente censuradas en algunos países que son muestra inequívoca de la maestría del creador de Dragon Ball.

En un guiño que sorprenderá a más de uno, Akira Toriyama resuelve la situación con una gracia no siempre al alcance de cualquiera que hará las delicias de lectores de cualquier edad. Y ahí precisamente radican las diferencias existentes entre autores que buscan el acceso fácil de su producto en el mercado y profesionales que supuran arte y agudeza en cada una de sus páginas, por más que al final estos últimos se vean igualmente atrapados por una industria que en un número demasiado alto de ocasiones termina corrompiendo la obra más prometedora.