Viñetas para la historia (XXII). Métal Hurlant. Arzach

La revolución de mayo del 68 trajo consigo en determinados países el reconocimiento de los cómics como una forma de cultura capaz de equipararse en sensaciones al resto de artes existentes en el mundo y la consecuencia directa de esta nueva situación fue la aparición en el mercado de una pléyade de propuestas que trataron de granjearse los favores del público adulto en detrimento de las publicaciones juveniles que habían venido acaparando la producción hasta entonces. Revistas que habían aglutinado la mayor parte de la creación de cómics en los años sesenta como Pilote o Tintin tuvieron que dejar paso en los setenta a nuevas propuestas procedentes de cabeceras como Lécho des savanes, Circus, A suivre, Fluide Glacial o Métal Hurlant, entre otras.

Fue en una de esas revistas, Métal Hurlant, donde un dibujante que ya había adquirido fama más que suficiente gracias a su fantástico buen hacer junto a Jean-Michel Charlier en Pilote lleva la comentada revolución artística hasta sus últimas consecuencias y muestra al público una evolución que pocas veces había sido vista en las páginas de un tebeo. Jean Giraud abandonará momentáneamente el dibujo de Blueberry y tras una primera puesta en escena en blanco y negro titulada La Déviation, publicada en 1973 en Pilote, acabará experimentando un año después una transformación absoluta en las páginas de la revista que funda junto a Druillet, Dionnet y Farkas. Giraud deja paso a un autor sintético llamado Moebius y desde su propia firma inicia una muy particular innovación creativa que antepone la estética a cualquier tipo de guión y hace del ensayo el hilo conductor de una serie de imágenes terriblemente impactantes que no parecen atender a continuidad alguna.

A lo largo de 4 entregas de ocho páginas, Moebius nos presenta una serie de historias que, como ya se ha apuntado, no logran mantener la coherencia ni en el título de las mismas salvo por la aparición en todas esas entregas de un curioso personaje ataviado con un largo gorro que monta a lomos de un pájaro sin plumas. El maltrato físico de un hombre con el objeto de conseguir a una hembra que luego resulta ser un bicho repugnante, la lucha con un mono gigante por el control del único trozo de puente que ha permanecido en pie sobre un manto de hierbajos carnívoros, un señor que viaja en coche hasta un cuadro de mandos desde el que literalmente repara la montura del actor protagonista o un episodio final donde el actor principal cae al vacío por los recovecos de una calavera gigante e inicia un viaje a ninguna parte que acaba en ningún lugar. Todos ellos episodios sin sentido que prescinden de un guión claro y que parecen plasmar las vivencias de un viaje iniciático bajo los efectos de alguna exótica droga.

Arzach es el primer trabajo hacia la búsqueda de nuevas formas estéticas y de técnicas expresivas renovadoras de un autor magistral que terminó demostrando al mundo por qué el cómic ha de ser considerado un arte equiparable a la pintura, el cine o la literatura. Bajo las alas del gran pájaro gris es fácil adivinar civilizaciones y parajes extremadamente descriptibles que acuden a la imaginación del lector y se convierten en realidad sin apenas esfuerzo. Desde las páginas de esta historieta Moebius mostró al mundo que la existencia de los lugares que inventaba era posible y lo hizo gracias a que esos parajes fueron dibujados con la maestría que solamente es capaz de transmitir un genio.