Viñetas para la historia (XV). Terry and the pirates. La muerte de Raven Sherman



La repercusión mediática masiva –sin apoyo económico publicitario o editorial– de un acontecimiento acaecido en las páginas de una historieta sólo está al alcance de grandes maestros del género como Milton Caniff, genio que demostró sobradamente su buen hacer en la legendaria serie Terry and the pirates. Varias son las ocasiones en que las tiras de esta obra maestra marcaron con letras doradas el devenir de la historia del cómic aunque hay una que sobresale por encima de las demás de manera magistral, tanto por lo que puede adivinarse de su impecable factura técnica como por el impacto social que produjo. Ese momento acaeció en octubre de 1941 con la publicación de las viñetas que narraron la muerte de Raven Sherman.

Puesta en escena un año antes, Raven Sherman se presenta a los lectores como una mujer joven y bien asentada en el seno de una familia rica que viaja a China con el objeto de dirigir un refugio para niños huérfanos en una zona que estaba siendo invadida por los japoneses. Allí se enamorará de Dude Hennick, un piloto instructor que se encuentra adiestrando a mercenarios para el famoso escuadrón de los Tigres voladores de Claire Chennault. Durante el transcurso de una persecución automovilística por carretera, Raven, que ha sido tomada como rehén, es arrojada al asfalto desde camión en el que huye el Capitán Judas con el objeto de parar el avance de Terry Lee y Dude Hennick, que casi le han dado alcance. A decenas de kilómetros de cualquier ayuda médica, los dos protagonistas no pueden por más que resignarse a la agonía de una Raven herida por la caída sufrida y asistir finalmente a su muerte en una escena conmovedora en la que su amado la abraza hasta que exhala su último aliento.

Rematada el 17 de octubre de 1941 con una tira de un solo panel donde se observa como Terry y Dude terminan de enterrar el cuerpo de Raven bajo una tumba fabricada con piedras y en medio de un paraje desolador, Caniff logra el efecto deseado que no es otro que el de generar un movimiento popular con el objeto no se sabe muy bien si de preparar al público para una intervención de los Estados Unidos en la Segunda Guerra mundial o sencillamente de generar un ardid publicitario que elevara aún más los lectores de la tira. Sea como fuere, al día siguiente se inicia una respuesta masiva de la población estadounidense que en forma de millares de cartas de protesta inunda la redacción del periódico donde trabajaba Caniff e incluso consigue que la noticia se recoja en la primera plana de algunos diarios. Durante toda su vida Caniff recibiría misivas en su domicilio acusándole de dar muerte a un personaje inocente en una repercusión sin precedentes que bien podría compararse con la convulsión que se produciría un par de meses después.

Dos meses antes del bombardeo de Pearl Harbour Milton Caniff juega con el destino, se adelanta a su propio tiempo y consigue elevar a las alturas una de las creaciones más importantes del cómic internacional a la vez que prepara el terreno para la entrada de lleno en la madurez de las tiras de prensa americanas. Dichas tiras, al igual que la sociedad que disfrutaba con ellas, ya nunca serían lo mismo tras el final de aquel aciago año en el que otro acontecimiento, esta vez muy real, removería los cimientos del pueblo estadounidense en pleno y cambiaría el rumbo de la historia.