Viñetas para la historia (XLI). Verano Indio. Prendiendo la llama de la discordia

Cuando alguno de nosotros ha tenido la ocasión de enfrentarse, ya sea en el cine, en el teatro o entre las páginas de un tebeo, a una secuencia carente de diálogo, las sensaciones que hacen comprensible dicha escena han de estar necesariamente ligadas al buen hacer de los autores que la presentan. Se hace imprescindible un dominio absoluto de las técnicas de cada género concreto para llevar a buen término la pretensión requerida. Que el lector de un cómic entienda perfectamente lo que está pasando ante sus ojos no es cuestión insustancial y de ahí que pocos artistas se atrevan a presentar en las páginas de un tebeo acontecimientos importantes desligados de diálogos o textos de apoyo y, cuando lo hacen, suele tratarse de escenas a página completa que se utilizan para impactar de alguna forma dramática al sufrido espectador, mediante páginas explícitas de violencia o sexo donde poco o nada importan los diálogos o a través de situaciones finales que cortan la historia hasta nuevo aviso y dejan al observador sin saber qué hacer.

Número uno de la revista Corto Maltese

En octubre de 1983, coincidiendo con el lanzamiento al mercado de una nueva y ambiciosa revista mensual llamada Corto Maltese que editaba Milano Libri, dos de los autores más grandes que ha dado el cómic italiano deciden colaborar juntos en una historia llamada Tutto ricominciò con un’estate indiana (Todo comenzó con un Verano Indio), presentando a los lectores uno de los comienzos más espectaculares y mejor relatados que ha dado jamás la historia de la narrativa dibujada. Y a buen seguro que si la historia completa hubiese mantenido el nivel de calidad de sus primeras páginas estaríamos hablando de uno de los títulos más importantes del cómic internacional, sin querer desmerecer con esto la naturaleza de un libro genial que hará las delicias de cualquier aficionado que tenga ganas de sumergirse con sus personajes en una historia de aventuras muy bien contada.

Lo que en un principio es en el guión de Hugo Pratt una introducción de cuatro páginas, queda extendida por el dibujante Milo Manara a una docena, nueve de las cuales se presentan en el primer número de la citada revista, acompañadas de una pequeña introducción y un mapa de la zona donde se desarrolla la historia. En ellas se presenta, con una belleza inusitada que nos muestra sin tapujos la crudeza de una situación terrible, el germen que se extenderá por todas y cada una de las planchas que compondrán la tragedia completa, compuesta por más de un centenar de páginas.

A comienzos del siglo XVII, Nueva Inglaterra está empezando a ser colonizada por una serie de peregrinos cuyo puritanismo exacerbado choca frontalmente con la libertad de los indígenas que se encontraban en aquellas tierras. Los colonos del Mayflower, que desembarca en 1620 en Cape Cod, fundan la ciudad de Plymouth y comienzan lo que podrían considerarse como primeras escaramuzas con las tribus abenaki, aunque las disputas entre ingleses y franceses alejan todavía bastante el enfrentamiento directo y continuado con los habitantes de aquellas tierras. En medio de una paz ciertamente endeble entre dos sociedades de seres humanos que nada poseen en común, tiene lugar un brutal suceso que termina de raíz con cualquier atisbo de convivencia en la zona de New Canaan, asentamiento separado por un puñado de millas del poblado indio de Squando. Un par de muchachos indios violan en la playa a la sobrina del reverendo Pilgrim Black, regente de facto del emplazamiento inglés. La chica es vengada al momento por un colono que presencia el ataque y que mata a los dos indios sin contemplaciones, iniciando así una revuelta que terminará con el asalto a New Canaan por parte de la familia de los indígenas masacrados.

El comienzo de la historia nos recuerda a los paseos del personaje más importante de Hugo Pratt, Corto Maltés, por las playas irlandesas, solitarias, recorridas por el sonido de las olas y las gaviotas. El trazo directo de Pratt se sustituye aquí por la delicadeza y el detallismo de Milo Manara, que dibuja las mejores páginas de su carrera. La calma de la playa parece quedar interrumpida por la escena de violencia, pero no es así. La grandeza del entorno ahoga la dureza de una violación, las nubes quedan quietas, las olas siguen rompiendo en la costa, las gaviotas continúan con sus vuelos. Únicamente la arena pisoteada y las ropas extendidas sin orden de la mujer dan cuenta de lo sucedido allí. Los dos muchachos juegan en el agua tras disfrutar de la fémina, confundiéndose con el entorno natural, ajenos al significado y las consecuencias de sus acciones. Perplejos, reciben los disparos que acaban con su existencia. Abner Lewis corta sus cabelleras en venganza y ofrece el sacrificio a la mujer mancillada, que llora sin saber qué hacer, pues su vida queda ya marcada para siempre en una sociedad que la mirará con pena y desprecio.

Sin entrar en valoraciones de los derroteros en que posteriormente entra la trama, la docena de páginas que sirven de introducción a este libro de aventuras son una obra maestra del arte secuencial. Una simbiosis perfecta de dos autores magistrales. La poesía de Pratt reelaborada bajo las bellas pinceladas de Manara, que toma el arte del escritor y lo trasforma en una de las secuencias de viñetas mejor confeccionadas y más bonitas jamás vista en un álbum. Los acontecimientos detallados aquí son brutales y sin embargo se adivina la lírica de Pratt en la mayoría de escenas. Manara viste sus mejores galas en homenaje a su venerado maestro y, ambos ya, consiguen ofrecer una dosis sublime de arte al lector que quiera contemplarlo.



La secuencia que se ofrece a continuación es un extracto de la introducción original, que cuenta, como se ha dicho en el artículo, con más de setenta viñetas repartidas en una docena de páginas…