Viñetas para la historia (XXXIII). Mayor Fatal/Moebius. El Garaje Hermético

Seguir la trayectoria del Mayor Grubert es acercarse, aunque sea de forma relativa, a la experiencia vital de su autor y a su desarrollo como creador completo e independiente, pues es quizás este personaje el único que, desligado de ataduras de cualquier tipo, ha acompañado a Moebius a lo largo de toda su carrera, de manera totalmente independiente y libre en el terreno creativo. Así como algunas de sus obras más populares, como Blueberry o El Incal, cuentan con una influencia premeditada e impuesta, ya sea por sus guionistas o por el propio devenir de las diferentes historias, leer linealmente todas las páginas en las cuales aparece este complejo personaje es tener el honor de presenciar una especie de diario donde el recorrido artístico de su descubridor se ha ido plasmando en cada una de sus planchas a medida que pasaban los años, sin recogerse en ellas ningún tipo de imposición salvo la del criterio del autor, que en cada instante protagonizado por Grubert y su mundo fantástico plasmó lo que en ese momento le pasaba por la cabeza o sencillamente le venía en gana.

Si bien la primera aparición oficial de la figura protagonista se remonta al número 749 de la remozada revista Pilote, un especial de ciencia-ficción aparecido en marzo de 1974 donde el autor seguía experimentando con cierta libertad tras haber mostrado ya al gran público historias como La Déviation o L’homme est–il bon?, y vuelve a aparecer en France Soir o Fluide Glacial meses después, no es hasta la creación de Métal Hurlant que el personaje adquirirá la relevancia que realmente le permitió hacerse tan popular como su inventor. Aunque Grubert ya había aparecido en algún número de la citada revista, es en el número seis de la misma donde se inicia la publicación de Le garage hermétique de Jerry Cornélius, una historia rediseñada a partir de un par de páginas desechadas por Moebius y recuperadas por un Jean Pierre Dionnet necesitado del trabajo y el ingenio de una de las bazas principales de la publicación. A partir de aquí, y a razón de un par de páginas en cada entrega, el universo del Garaje Hermético, alocado, descuidado, tomado casi en broma por su propio creador, se mezclaba tranquilamente con trabajos de la talla de The Long Tomorrow o Arzack e iba configurándose poco a poco como un mundo independiente donde el autor expresaba sus inquietudes más vanguardistas, con todo lo que implica esta última frase cuando se habla del trabajo de un genio que en ese mismo instante revolucionaba literalmente el mundo de la historieta.

Dibujo inicial de un Garaje que ni era hermético ni protagonizó nada.

Pese a lo incongruente de muchas de las historias, Moebius trataba en algún momento de hilar con cierta coherencia todo el trabajo que se había venido publicando del Mayor y así la serie iba adquiriendo una linealidad apoyada en elementos comunes que se iban repitiendo cada cierto tiempo y dotaban de cierta lógica a todo aquel batiburrillo de ideas. En esencia, el Mayor Grubert es un personaje que viste al uso de aquellos militares coloniales de principios del siglo XX: botas altas, bermudas de combate al uso, gabardina de batalla, calcetines de lana y un casco a semejanza de los europeos que exploraron África y los militares británicos que colonizaron la India. Suele acompañarle en sus primeros tumbos algún paladín como Umberto Manteca, una de las primeras representaciones que el artista hizo de si mismo en las páginas de un cómic. El mayor vivirá extrañas aventuras que simplemente reflejan el estado de ánimo del propio Moebius, que incluso y a pesar de que las historias no pasaban de las dos páginas, podía llegar a cambiar el estilo de dibujo de una plancha a otra, reflejando un trazo poco razonable que iba representándose a medida que el dibujante encontraba tiempo suficiente para desarrollarlo. De esta forma nos encontramos páginas donde quedan mezcladas la burla con la ciencia-ficción folletinesca, o el drama filosófico con la absurdez de una política insensata.

El “Comandante” Grubert junto al reportero Gir en su primera aparición en Pilote.

Cimentada la obra, cualquier espacio será poco para describir las novedades que Moebius iba introduciendo en cada número de la vanguardista revista francesa. Ya sea por influencia directa de los sicotrópicos o por inspiración divina, el resultado es que las páginas de Le garage hermétique son en la Europa de los setenta lo que fueron las láminas de The Spirit en la Norteamérica de los cuarenta. Atrevidos encuadres de página, cabeceras en constante evolución, guiones ciertamente rupturistas que supuraban originalidad e imaginación a raudales y un dibujo que plancha a plancha se iba haciendo grandioso e imparable. Son todas estas características que, como se ha apuntado, quedan cortas para describir la magnitud de una obra que revolucionaba el mundo de la historieta con cada nuevo episodio, pero que sirven de resumen rápido para el lector casual o poco avezado.

La influencia de Eisner en las cabeceras de cada entrega.

El Mayor Grubert asiste durante su edición al ascenso de su creador al cielo de los maestros del cómic, paralelo a la popularidad que la revista donde publicaba sus trabajos iba adquiriendo con el paso de los años. En 1979 nos encontramos casi a las puertas de la que sería una de las colaboraciones más importantes de Moebius con el autor chileno Alejandro Jodorowsky. La saga de El Incal comenzará su andadura a finales de 1980 y supondrá la consagración del artista francés como uno de los pilares fundamentales del cómic. En junio del 79 se publica en las páginas de Métal Hurlant, en su número 41, la última historia de Le garage hermétique de Jerry Cornélius, finalizando con ella una etapa de la carrera de un Jean Giraud que tenía ante si un futuro más que prometedor y que deja como muestra evidente de ello la recopilación que ese mismo año hace Les Humanoïdes Associés de las historias de Grubert bajo el título de Major Fatal. Un álbum que muestra una visión totalmente nueva de las páginas que habían ido apareciendo por entregas en Métal Hurlant, las cuales dejan atrás la incoherencia y dan paso a una historia mucho más elaborada de lo que en un principio hubiera podido creerse. Estrofas enmarañadas que terminan construyendo el más bello de los poemas, como una mezcla de innumerables trozos de cristal de colores que al final se unen para construir la hermosura de un vitral majestuoso. Al final, el desorden se adivina mucho más premeditado de lo que parecía. Tanto cuesta creer que todo el caos se ha generado de manera aleatoria, que incluso podemos vernos en la tentación de tachar a Moebius de farsante cuando habla de la estructura de su obra de aquella forma tan descuidada.

Umberto Manteca, alter ego de Moebius.

La totalidad de Le garage hermétique nos presenta la obra maestra de un genio. Un primer peldaño de la existencia artística de un autor que había terminado de afianzar su desdoblamiento. Moebius se ha convertido en uno de los grandes autores de la historieta y ha comenzado a sentar los pilares de su transformación. Su Mayor Grubert es un espectacular río lleno de vida donde observar todo ese desarrollo. Su primera recopilación en álbum, una historia aparentemente cerrada y finalizada de manera grandiosa, es, como el lector ya podrá imaginarse, el primer peldaño de lo que resta de existencia a un autor en constante evolución, aparentemente incapaz de controlar el torrente de sensaciones que continuamente se agolpan en su cerebro y que tienen la necesidad de manifestarse de alguna forma racional. Mayor Fatal será esa forma. El contenedor a través del cual el creador tratará de controlar lo incontrolable, su propio cosmos, y que, afortunadamente para el mundo de la historieta, hará necesario seguir adelante con las hazañas de Grubert, pues al menos de momento lo hecho no parece suficiente para abarcar tanto ingenio.

[A Suivre…]