Viñetas para la historia (XXXII). La búsqueda del pájaro del tiempo. El Rijo

Enmarcada en aquellos años ochenta en los que el cómic francés muestra un renovado interés por el género de aventuras, La Quête de l’oiseau du temps hace una propuesta muy clara que desde la primera viñeta presenta al lector los principios que dominarán todo el conjunto de la obra. Abrir cualquier álbum de la serie de cuatro que componen el primer ciclo de la narración, supone trasladarse de forma inmediata a un mundo fantástico donde la épica y la aventura se describen perfectamente gracias al magistral dibujo de un autor que, aunque llevaba ya casi diez años publicando en revistas de la talla de Pilote, Fluide Glacial o Métal Hurlant, no es hasta 1982 que empieza a conformarse como uno de los autores más importantes e influyentes de la historia, sentando un precedente sin igual que situó su estilo de dibujo como un estándar del género. Es en ese año cuando Serge Le Tendre y él comienzan en Charlie Mensuel la edición definitiva de una obra que había visto sus primeras páginas allá por el año 1975, en la revista Imagine que dirigía Rodolphe. Durante un lustro los dos autores conforman la que será una de las series más importantes del género fantástico, obteniendo un gran éxito en Francia y en la gran mayoría de países donde fue publicada.

En 1985, entre los números 31 y 42 de la citada Charlie Mensuel, se acomete la publicación de la que será la tercera y más importante aventura de la serie bajo el título de Le Rige. Recuperada la concha donde está almacenado el peligroso, malvado y a punto de resucitar dios Ramor y descifradas las runas del Templo del Olvido, el equipo formado por Pelisse, Bragón y el caballero desconocido emprenden la búsqueda del pájaro del tiempo, imprescindible último eslabón que concederá a la princesa hechicera Mara el poder necesario para impedir que el poder de Ramor surja de nuevo. El pájaro del tiempo se halla en un pico rocoso llamado El dedo del cielo, que nace del estuario del río Dol. Para llegar hasta él, los protagonistas han de cruzar una región dominada por un luchador excepcional llamado El Rijo que no permitirá el avance por sus tierras a cambio de nada. La única ley válida para El Rijo es la de la caza, ley que se ejecuta y ha de ser pagada de forma sanguinaria por todo aquél que ose traspasar las fronteras de su reino. Queda así escrito el destino de Bragón, de sus acompañantes y de todo el país de Akbar.

El dibujo algo atropellado y hasta sobrecargado que Loisel había venido plasmando en los dos álbumes anteriores sufre en este tercero una transformación que estiliza suavemente las líneas y ofrece al lector una visión más nítida de los personajes y su entorno. El dibujante domina ya perfectamente la composición de la página y ofrece planos y perspectivas que no habían sido mostrados hasta entonces y que nos muestran, viñeta a viñeta, la evolución de un autor soberbio que en esos momentos trazaba los mejores dibujos de toda su carrera. Dicho dibujo sumerge al lector en la historia y lo prepara para el desenlace que se ha venido fraguando desde el comienzo de la misma, que no es otro que el enfrentamiento final entre maestro y alumno, El Rijo y Bragón, en una lucha que acabará necesariamente con la vida de uno de los dos contendientes. Es impresionante la gran facultad que tiene el autor para transmitir las sensaciones que corren por las venas de los personajes. Miedo, alegría, sorpresa, tristeza… Son sentimientos que Loisel refleja casi a la perfección y que sitúan a cada uno de los protagonistas en su lugar casi al instante de ser presentados, dejando poco lugar a la sorpresa, pese a que muchos de estos personajes parecen en principio esconder otras intenciones.

El argumento del libro, aún no siendo original, mantiene la tensión del lector durante toda la trama y narra con maestría el mensaje final que ha llevado a un ser noble como El Rijo a presentar oposición en una empresa tan leal como la salvación de un país y todos sus habitantes. El Rijo se hace viejo, ha entendido que sus reflejos le abandonan y desea morir luchando, como ha hecho durante toda su vida. Bragón, que hasta el momento sólo ve a su maestro enfrentándose a ellos con una ferocidad inusitada, finalmente será su verdugo y comprenderá entonces el por qué de toda aquella actitud.

El final del combate no hace más que aclararnos lo que ya se había ido intuyendo a lo largo de las páginas del álbum. El Rijo es un ser muy noble que se ve abocado a presentar oposición en momentos ciertamente difíciles para el mundo y para él mismo. Contrapone, en lo que puede parecer un exceso de egoísmo, su satisfacción personal al bien común, aunque en realidad sea la tozudez de Bragón la que alarga en demasía el desenlace. Y cuando ya se tiene constancia de por qué se ha actuado de aquella forma, un sentimiento de enorme tristeza invade al lector mientras observa cómo en los rostros de los protagonistas se refleja la misma sensación de amargura.

Pasajes como el de la lucha de El Rijo por preservar su costumbre hasta el final de sus días hicieron que el trabajo de Loisel y Le Tendre pasara a la historia como uno de los pilares fundamentales del género fantástico y de aventuras. Buenos relatos como este quedan para siempre impresos en el imaginario del lector y a la vez influyen en todos aquellos autores que han de buscar un referente válido para desarrollar sus primeras tramas.