Viñetas para la historia (XXV). The mighty Thor. La balada de Bill Rayo Beta

En 1983 la colección de The mighty Thor estaba a punto de ser cancelada. Conocido ya el cambio de rumbo que supo dar un autor como Frank Miller a una colección en similares circunstancias cuando se le dejó el control absoluto sobre la misma, los editores de la Marvel deciden probar algo parecido con la serie del dios del trueno y se la ofrecen a un autor cuyo trabajo más reconocido por aquel entonces eran los números de Star Wars que había realizado un año antes y en la que había colaborado tanto en el dibujo como en los guiones de la misma. Walter Simonson, que a finales de los setenta había pasado por la colección sin gloria alguna, empieza a escribir y dibujar The mighty Thor en noviembre del año 1983 y ya desde aquel número 337 marcará con su soberbio trabajo una de las mejores y más recordadas etapas del personaje al mismo tiempo que lograba una recuperación asombrosa del interés de un público que no se acercaba con esta avidez a la serie desde los tiempos de Roy Thomas.

El relato que nos ocupa cuenta la historia del enfrentamiento entre Thor y un misterioso alienígena llamado Bill Rayo Beta que en su afán de salvar el éxodo de su pueblo y huyendo de una extraña raza de demonios que buscan la aniquilación del mismo, termina en las puertas de la Tierra luchando contra el hijo de Odín y haciéndose con su martillo a las primeras de cambio. Convocados en Asgard por el padre de Thor, ambos contendientes habrán de luchar por la posesión del preciado arma y los dos obtendrán la estimable bagatela, pues al quedar empatada la contienda se ordena la fabricación de un nuevo martillo que de ahora en adelante portará Bill Rayo Beta.

Dirimido salomónicamente el asunto de Mjolnir, Thor, Bill Rayo Beta y la despechada Lady Sif -que ha sido vilmente engañada por Loki y Lorelei- se unen para combatir a unos demonios que ya amenazan con trastocar todo el orden del universo. En una espectacular batalla llena de épica la fuente origen de aquellos malignos seres es destruida y con ello se salvará el pueblo de Bill Rayo Beta y se forjará una amistad inquebrantable entre este y el reino de Asgard.

La balada de Bill Rayo Beta se convierte así en prólogo de lujo de la inmediatamente posterior y sensacional Saga de Surtur, punto casi absoluto de referencia de la Marvel de principios de los ochenta en una época no desprovista de ciertas convulsiones creativas que amenazaban la posición de la compañía en el mercado. Con una frescura que aún hoy se mantiene candente, Walter Simonson recupera en sólo cuatro números que apenas suman el centenar de páginas aquellos aspectos de la mitología que más convienen a la obra y los mezcla con una historia asombrosa y un dibujo –denostado por demasiados con poca o ninguna razón– que se adapta a la perfección a la epopeya que allí se relata. El arte del autor sufre un desarrollo espectacular que reproduce encuadres realmente innovadores y escenas de acción ejecutadas con una destreza impresionante. Casi de un plumazo se abandonan argumentos aparentemente inquebrantables que habían venido repitiéndose durante décadas como la propiedad del martillo Mjolnir o la identidad de Donal Blake y se sitúa a los distintos protagonistas al pie de una saga de dimensiones cósmicas que dejará a cada uno de ellos con los atributos que siempre habrían de haber tenido. Se conforma así toda una lección de como ha de llevarse a cabo el desarrollo de una historia para terminar convirtiéndola en obra maestra del género por derecho propio y gracias al buen hacer de un autor repleto de genialidad y buenas ideas.